Los funcionarios esperaban que la guerra detuviera hasta un 15 por ciento de las exportaciones de fertilizantes rusos. Pero Brasil y otros países han encontrado la manera de continuar con las compras.
Cuando los primeros misiles rusos impactaron en Ucrania, las repercusiones se sintieron a unos 10.500 kilómetros de distancia, en las enormes plantaciones brasileñas que cultivan gran parte de la soya del mundo.
Rusia suministra una cuarta parte de los fertilizantes de Brasil, y las sanciones impuestas para castigar a Moscú por la invasión amenazaron con imposibilitar la exportación de esta materia prima esencial. Eso representaba un peligro no solo para la economía brasileña, sino también para la capacidad del mundo de alimentarse.
En cuestión de días, funcionarios brasileños les advirtieron a los agricultores que redujeran el uso de un fertilizante crucial, y los expertos pronosticaron que el país —uno de los mayores exportadores de maíz, soya, azúcar y café— tenía solo tres meses antes de que se agotara.
Ahora, dos meses después, Brasil está reponiendo sus reservas de fertilizantes, con la ayuda de Rusia. Del mismo modo en el que el gas ruso ha estado fluyendo a través de los oleoductos hacia Europa, cientos de miles de toneladas de fertilizante ruso han llegado a Brasil desde el comienzo de la invasión. Y hay más en camino.
Brasil se apresuró a comprar fertilizantes rusos justo antes de la invasión para mantener los envíos a inicios de la guerra. Y aunque no se ha prohibido la compra de fertilizantes rusos, los compradores brasileños han tenido que lidiar con sanciones a los bancos rusos y obstáculos logísticos que los expertos temían que interrumpirían el comercio.

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